El conocimiento como sustento del crecimiento

El conocimiento como sustento del crecimiento

El crecimiento experimentado por Chile en las últimas décadas no ha ido de la mano de un aumento en el desarrollo tecnológico nacional, ni en la generación de conocimiento de frontera, situación que se refleja en los indicadores de competitividad del país que lo sitúan, en esta materia, en lugares secundarios a nivel internacional. 

Estudios del Banco Mundial identifican estos factores de competitividad como los más débiles de Chile. Esta es una tarea pendiente que tiene nuestro país, y que es necesario superar si se quieren mantener altas tasas de crecimiento, factor imprescindible para que la población pueda seguir mejorando su nivel de vida.  Existe conciencia de que no será a través de las materias primas de las que se dispone, que el país alcanzará un nivel desarrollado, sino que esta condición se producirá si existe la capacidad de agregar valor a las exportaciones y si se forma a los profesionales e investigadores que el país necesita.

A la fecha, varios son los sectores que han alcanzado una reconocida competitividad a nivel internacional. Cabe señalar dentro de éstos a los sectores forestal, minero, pesquero, frutícola y vitivinícola, los cuales se han visto favorecidos en su desarrollo por las características naturales y condiciones climáticas que el país posee, las que sumadas a las ventajas comparativas y de contra estación, generan condiciones que, junto a las inversiones efectuadas y a políticas públicas coherentes, explican los logros alcanzados. 

Sin embargo, para mantener este crecimiento y desarrollo en una economía globalizada y teniendo presentes los tratados de libre comercio suscritos por el país con las principales economías del mundo, resulta imperativo e indispensable iniciar un ciclo de dominio tecnológico, donde el conocimiento y no las materias primas sean los que sustenten el crecimiento que el país necesita.  Para ello, es fundamental  sentar las bases y crear las condiciones que permitan la generación de conocimiento, de tal forma, que el crecimiento económico esté basado no sólo en el aumento del volumen de producción y exportación de productos masivos, sino también en el aumento del valor agregado de los productos, a través de innovaciones tecnológicas y de una formación y capacitación profesional adecuadas; todo lo anterior, con el apoyo constante de  redes de articulación eficientes entre la ciencia, la tecnología y el mercado.

La realidad científica, tecnológica y empresarial de un país emergente como Chile, difiere sustancialmente de la realidad de países desarrollados. De hecho, la generación de conocimiento científico y tecnológico en nuestro país está concentrado fundamentalmente en las instituciones de educación superior, existiendo muy pocos centros de I+D independientes o empresas con conocimientos y capacidades tecnológicas avanzadas. Más de un 80% de la investigación que se realiza en Chile, es efectuada en las universidades y dentro de éstas, más del 50% se realiza sólo en 5 o 6 universidades. Por esto, es fundamental crear las capacidades para que el conocimiento creado al interior de estas casas de estudios superiores, fluya hacia las empresas de manera que éstas puedan contar con una base científica y tecnológica para competir en el mercado local e internacional, generando de paso, crecimiento y mejores condiciones de vida para los habitantes del país. La transferencia de conocimientos entre las universidades y las empresas es imperativa, por lo que se requiere crear canales de comunicación y colaboración adecuados para superar en parte la dependencia tecnológica extranjera. 

Como se señalaba precedentemente, Chile debe pasar a una etapa de dominio tecnológico, que permita a las empresas agregar valor a los productos que comercializan. Esto sólo será posible realizar, si se desarrollan las capacidades humanas y de infraestructura en el país que permitan innovar, adaptar, desarrollar y transferir tecnología en forma oportuna y eficiente. Con esta finalidad, es necesario crear masa crítica en distintas áreas, mediante la inserción de un número apreciable de postgraduados, en las mejores universidades del mundo para que posteriormente estos vuelvan al país a trabajar en la academia y en las empresas. La participación de investigadores nacionales en redes temáticas de investigación y desarrollo, sólo será posible si existen pares internos, con competencias para vincularse horizontalmente y que dispongan de los medios físicos para contribuir a esas investigaciones. En un mundo globalizado, el no disponer de esas capacidades, significa dar demasiadas ventajas como país, y por ende de sus instituciones y empresas. 

No hay duda de que con el ingreso a la era del conocimiento y de la sociedad de la información se crea riqueza a una gran velocidad. Para que ello ocurra en un país, se requiere de ambientes adecuados que incluyan recursos que permitan a los investigadores y profesionales trabajar en condiciones favorables y competitivas a nivel mundial. Lo anterior, a objeto de que, una vez obtenidos los resultados a nivel de laboratorio, estos puedan ser escalados y transferidos oportunamente, bajo los resguardos de protección intelectual pertinentes. De la misma manera, se echa de menos en Chile una industria de capital de riesgo desarrollada que sea capaz, como el término lo indica, de arriesgar pensando que un nuevo conocimiento tiene la posibilidad cierta de generar riqueza y, con ello, completar el ciclo que va desde la investigación a la inversión para llegar al mercado. 

Naturalmente, esta vocación universitaria debe ser complementada e incentivada con un mayor esfuerzo del sector privado que, de acuerdo a comparaciones internacionales, es el que se encuentra más rezagado en materia de inversión en I + D. En efecto, cuando se compara la economía chilena con economías ricas en recursos naturales que lograron crecer sostenidamente, se observa que el esfuerzo en I + D del país, y particularmente del sector productivo, es muy bajo. Respecto al gasto agregado, se advierte que mientras en Chile el gasto total en I + D es sólo un 0,4% del PIB, en países como Finlandia éste alcanza un 3,5% del PIB.  Ahora bien, si analizamos el esfuerzo de las empresas en Chile sólo un 35% de la inversión en I + D es realizada por el sector privado, mientras que en los países de referencia este porcentaje supera el 70%. La ciencia, la tecnología y la innovación son factores claves para conseguir el desarrollo. Esperamos que estos factores se conjuguen en cuantía, calidad y oportunidad para lograrlo.

Marcelo Molina, director del Departamento de Consultoría e Innovación, UDT de la Universidad de Concepción

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